
Discusión y debate
En la Cábala existe el debate. Sin embargo, el debate siempre se confunde con la discusión.
El debate se encuentra en el nivel de la Tiferet, porque el Yo maduro no es dependiente. En cambio, la discusión se encuentra en el nivel de la Yesod, porque el Ego es un dependiente emocional que ata la identidad de la persona al tema en cuestión. La persona que discute se encuentra en el nivel del Ego; la persona que debate se encuentra en el nivel del Yo.
Hay dos niveles muy importantes que debemos diferenciar en el ámbito de las sefirot del Universo de Yetzirá: Tiferet y la Yesod.
Tiferet representa al Yo y la Yesod al Ego. ¿Qué es el Yo? ¿Y cuál es su diferencia con el Ego?
El Yo recibe para dar y el Ego recibe para retener.
Es por ese motivo que es tan difícil diferenciar cuando uno se encuentra en su Yo o en el nivel del Ego. Cuando uno se encuentra en el centro de la Tiferet (el Yo interior) no tiene la necesidad de retener.
¿Cómo se debe proponer un debate?
Todo debate se encuentra en el ámbito del Yo, dentro de la Tiferet. Cada uno de los sujetos propone una idea, pero en el marco de la búsqueda de una idea superior, para eso se necesita un grado muy alto de autocrítica. Pero la madurez del Yo es la que provoca la autocrítica.
Si la crítica o la autocrítica constituye una amenaza al Yo por ser este débil, entonces se llama al Ego, que viene en ayuda del Yo, y ahí comienza la discusión.
Toda discusión tiene su fuente en la trinchera que excava el Ego para defender a un Yo débil.
Cada vez que uno discute puede percibir la profunda debilidad de su Yo, y por ese motivo se enoja: no nos enojamos con los demás, sino con nuestra propia debilidad del Yo.
Llamar al Ego al rescate del Yo es un signo profundo de nuestra debilidad del Yo. Y todo Yo débil, apoyado por el Ego, entra indudablemente en discusiones interminables.
Toda discusión es producto de una defensa dogmática de un Yo amenazado.
Cuando existe el debate es porque los Yoes no tienen problemas en perder su posición, en abandonar su posición, porque en realidad en el Yo real no hay una posición, dado que el Yo está siendo en continuo movimiento. Todo Yo es dinámico: si existe una discusión en ese punto, es que el Yo se ha vuelto estático.
Toda parálisis del Yo demuestra que el Yo ha perdido su fuerza dinámica y, por lo tanto, necesita del Ego.
El Ego sufre cuando tiene que rescatar al Yo, adolece; por ese motivo todo Yo débil es un Yo adolescente que no ha madurado. Toda discusión nos hace sufrir, porque percibimos lo adolescentes que somos.
Si el Yo logra intercambiar ideas creando debates es porque no tiene más necesidad de llamar al Ego, y este solo cumple su función en el nivel en que se encuentra.
Toda discusión es producto de la debilidad. Todo debate real es producto del crecimiento.
En general, los sujetos discuten porque no tienen un Yo fuerte. Y todo Yo fuerte se caracteriza por su autocrítica y su dinamismo.
Si el Yo y la idea están anudados en un mismo nudo, implica que el Yo no se mueve, que es estático y que no tiene dinámica. Debemos lograr una dinámica del Yo que supere los enfrentamientos estériles.
La fortaleza del Yo
Si fortalecemos al Yo es porque logramos su máxima flexibilidad.
Hay quienes, lamentablemente, asocian la fortaleza del Yo a la defensa de una idea estática, al dogmatismo…
Ser dogmático no es poseer un Yo fuerte; al contrario, es demostrar la debilidad del Yo. Sin embargo, el sujeto dogmático cree que, por imponerse, está logrando demostrar un Yo fuerte.
Toda fuerza externa es una debilidad interna y toda fuerza interna es el autocontrol externo.
Si uno posee un Yo dinámico, es el propio dinamismo el que nos da la prueba de nuestra potencia. Todo Yo estático es la prueba de nuestra debilidad.
Sin embargo, en el mundo material, los que parecen fuertes son en realidad los que desgastan sus energías egoicas frente a los demás, pero que no resuelven, en realidad, el crecimiento de su propio Yo interior.
Seamos, pues, dinámicos y no egoicos, a pesar de los ataques egoicos de los demás, que lo único que logran en su propia autodestrucción, ya que el Ego proyecta en los “otros” sus propios miedos.
Un Yo asustado se esconde detrás de un Ego inflado.
Y un Yo asustado siempre entra en discusiones, nunca en debates.
Si estamos discutiendo, pues, meditemos que nuestro Yo está adoptando una posición estática, por ende, dogmática.
Sobre el autor
MARIO SABÁN
Investigador y profesor de Cábala, especializado en la Cábala aplicada a la psicología, al desarrollo personal y espiritual del ser humano. Enseña cómo la Cábala puede ayudarnos a vivir una vida más plena y consciente, a ser más felices, por el camino del autoconocimiento personal con el método del Árbol de la Vida. Es doctor en Filosofía (2008), en Antropología (2012), en Psicología (2015) y en Historia (2016). Sus últimas obras publicadas están dedicadas a la Cábala: Sod 22: el secreto (2011), Maasé Bereshit. El Misterio de la Creación (2013), La Cábala. La psicología del misticismo judío (2016) y La Merkabá: el Misterio del Nombre de Dios (2018)